Parece contradictorio hablar de amor y disciplina en un mismo párrafo, pero para poder explicarme, quisiera remontarme a la teoría de la personalidad propuesta por un psicoanalista llamado Adler. El proponía que para que el ser humano se sienta valorado, debíamos tener en cuenta primero el sentido de unicidad, que es esto; es la unidad de su personalidad, su forma característica de comportamiento, la intencionalidad de sus esfuerzos y su lucha creativa por superar las inferioridades personales y los impedimentos del ambiente, y como segundo aspecto a tener en cuenta es lo que se reconocería como el sentido de pertenencia o sentimiento de comunidad. En este sentido, el ser humano genera ciertos objetivos en su vida y entorno como un proceso auto-actualizador, pero si este este proceso adaptativo del ser humano se ve obstaculizado, y si esta necesidad de pertenecer y la integración plena no se satisfacen, o si la persona no aprende a colaborar con los demás para conseguir el bien común, puede desarrollar, problemas de convivencia (sentimientos de inferioridad o de superioridad) o depresión o incluso un trastorno psicológico.
Por tal motivo, es importante desde el amor, el cariño, el respeto y la claridad para establecer límites, los progenitores podamos tomar en cuenta algunos errores educativos y sus posibles alternativas pedagógicas.
Los errores educativos:
Método del predicador: Sermones o mensajes moralizadores (posiblemente mensajes que aprendimos y lo guardamos en nuestra memoria procedimental).
El método del mafioso: Lo que se vería como chantajes, sobornos, amenazas o un castigos, a veces acompañado por gritos y chillidos. El chantaje supone amenazar con la retirada de una ansiada gratificación. Los sobornos en ocasiones parecen “funcionar”, porque el menor hace caso para obtener el premio, pero lamentablemente no llega a auto-actualizarse, de entender las reglas de la convivencia; al contrario, el niño intentará cada vez obtener una mayor recompensa mediante su negativa inicial, como un mecanismo de causa-efecto. La amenaza, el chantaje y el castigo también a veces funcionan, pero solo solo para la necesidad del adulto, mas no para el sentido de unidad y pertenencia del menor. Por lo contrario, el/la niño/a se se siente humillado, y va creciendo su sentimiento de inferioridad.
Y finalmente el “método del sabelotodo”, es una estrategia utilizada, por muchos/as después de la situación no deseada, y a modo de “profecía autocumplida”, el/la progenitor advierta al menor sobre las consecuencias que tendrían lugar si este/a no le hace. Luego se cumple lo que se veía pasar, y el/la progenitor dice: “¿Ves? Ya te lo había dicho. El mensaje implícito es lo que se diría, “un consejo envenenado” , donde el menor sufre no solo la sensación de fracaso (se ha hecho daño), sino también la humillación por parte del progenitor que le recuerda que tenía razón.
Las tres alternativas pedagógicas que nos otorga Adler, son tres principios sencillos de proponer, pero muchas veces propone cambios profundos en nuestros mecanismos pedagógicos automatizados:
El principio de los Tres Monos. No ser reactivos y dejar que los implicados busquen alternativas. Y es que se refiere a los tres monos chinos de la sabiduría (también llamados monos místicos), los que se tapan los ojos, los oídos y la boca, respectivamente. Lo cual nos sugiere, mantenernos serenos ante el caos o el berrinche. Las primeras veces el menor buscara la atención negativa, pero si se mantienen en esa postura, el niño o la niña entenderá que no lo conseguirá y se irá regulando.
El principio de Martin Luther King. Nos motiva a alentar o dar ánimos, lo cual significa, dar valorar, impulso, fortalecer… todo aquello que facilita al menor, verse valorado, reconocido y impulsado a enfrentarse a la vida y a sus retos. Tener en cuenta las “4 C’s cruciales”: conección (to connect), ser capáz (to be capable), poder contar con ellos/as (to count), buscar coraje (to have courage).
El principio del Buda. Nos motiva a manejar una postura relajada e inamovible. Donde podamos tener en cuenta las siguientes pautas educativas: establecer normas y mantenerlas; aguantar las protestas y rabietas; mantener la calma, ser firmes y consecuentes.
Si tenemos en cuenta estos principios y los ponemos a prueba, es probable que encontremos cambios y podamos comprender que es una disciplina desde el amor.