Las máscaras y las sombras, es la descripción de una pancarta teatral donde vemos diferentes emociones plasmadas sobre un cartón blanco que describe diversas emociones que el actor puede tomar a su antojo, según se presente el argumento de un nuevo guion, de una nueva historia.
Voy a tomar una parte de una entrevista que se le hizo a un actor sobre un nuevo rol que se le había asignado. Un actor multifacético que ha desarrollado diversos roles interpretativos en diferentes géneros cinematográficos. Se le preguntó, como podía adaptarse camaleónicamente a roles psicológicamente tan diferentes y opuestos en muchos casos. Donde podía hacer de villano o héroe, de bueno o malo. El respondió, lo siguiente.
“No creo en la estricta separación entre el Bien y el Mal. Incluso creo que es esa idea puede ser hasta perversa. Porque impide comprender aquello que todos tenemos en común, como seres humanos, impide que nos pongamos en la piel del otro: hablamos de alguien que supuestamente es malo, y pensamos que ya hicimos lo que había que hacerse-… No funciona así: hay que admitir que esta línea que divide el Bien del Mal atraviesa el corazón de cada ser humano”.
Sencillamente me pareció lo más claro y honesto. Y me pregunté que tan necesario es ocultar aquello que “atraviesa nuestro corazón”. Que buscamos evitar o que necesitamos de nuestro entorno, reconocimiento, aceptación, amor, ….. que será.
Los griegos, en el teatro aplicaron la denominación de “káara” para describir una cara o rostro extra (más-cara) que se usaría para dar emoción al otro rostro que podía exigir algún rol en la comedia o el drama. Y tal como en la escena sobre las tablas, en la cotidianeidad hemos asumido poco a poco, que nuestra personalidad podría ser la máscara más camaleónica que mostramos ante la sociedad. Un rostro adicional, muchas veces distinto al que asumimos en la intimidad.
La construcción del comportamiento social e individual, así como en una obra teatral, nos confronta con los diversos escenarios y nuestras propias sombras, donde podemos caer en la disociación y deconstrucción de nuestro mundo interior o permitir que estos “rostros” nos ayuden aceptar nuestras multiples vivencias del yo, otorgándonos la oportunidad de crecimiento y desarrollo personal. Es por este motivo que hay que mantener en la mente que, la máscara es circunstancial y evolutiva.
En este proceso de aprendizaje vivencial, hay que contemplar que la función de la familia y la educación son factores importantes para una adecuada gestión psicoafectiva en el vínculo de nuestro entorno y nuestro mundo interior.
Ya lo mencionada el filósofo alemán Friedrich Nietzsche “El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo”. Con ello puede dar a entender que esta máscara cumpliría un objetivo o necesidad social, donde el ´yo´ es fragmentado para poder convivir con nuestro entorno. Sin embargo, nos alienta a poder superarnos y evolucionar reconociendo nuestro poder y autonomía.
Para tratar este tema he invitado a Carlos Humberto Chavez Ruiz. Licenciado en Psicología Clínica. Psicoterapeuta Gestaltico. Psicoterapeuta Humanista Existencial y Logoterapeuta. Especialista en Arteterapia. Formación en Psicología Analítica Jungiana. Especialista en tratamiento del suicidio. Especialista en temas de pareja. Director del Instituto Peruano de Psicología Humanista y Codirector del Instituto Peruano de Arteterapia y Miembro de Eleusis entre otras participaciones.