“El espacio debe dejar de concebirse como pasivo, vacío, o carente de otro sentido, como los “productos”, que se intercambian, se consumen, o desaparecen. No se puede concebir de manera aislada o quedar estática. “(Lefebvre, 1985: XX-XXI).
Erase una vez, un lugar donde los espacios públicos o comunitarios, se concibieron en tiempos pasados como lugares, donde las personas podrían quizás en esa utopía llamada libertad, generar su interacción, sus intercambios, su creatividad, su autonomía, o sencillamente su necesidad de ser libres de exponer sus diversas manifestaciones en amar, jugar, luchar, soñar, etc.

Micro mundos urbanos, donde los caminos y luego las calles, eran construidas históricamente para delimitar y diferenciar, lo público de lo privado. Espacios enormes, que quedaban libres, sin edificar; donde se dejaban desarrollar las necesidades naturales, sociales y culturales de las personas para relacionarse entre sí, circular y acceder a los demás lugares de encuentro. Aunque ahora, esto parece querer buscar otro rumbo, creando lugares donde poco se puede gozar de ello. Ya que, en muchas ciudades, los espacios públicos parecen tornarse rígidos en su uso diario, creando lugares que no admitan interpretaciones sobre el uso cotidiano, y que sólo parecen cumplir una sola función en cuanto a las posibilidades de usos, el consumo y el utilitarismo.
No sé, si hemos quizás llegado a un tiempo, donde a más de uno le interese, simplificar las funciones de un nuevo tipo de urbanidad o, una vivencia más prefabricada y exclusiva, donde lo inclusivo, se convierta poco a poco en limitante y lo sencillo en peligroso. Es posible que sin darnos cuenta, estemos expuestos a la rigidez y la mono funcionalidad que crece día a día en nuestro entorno, creando espacios estériles, controlados y vigilados, y en consecuencia reproduciendo hábitos no propios, sino modelos enlatados. Pero hacia donde nos lleva la supresión de la espontaneidad del ciudadano del futuro. Donde está el interés en reprimir el dinamismo, la creatividad, las relaciones sociales y la autonomía, no solo del adulto de hoy, sino del niño del hoy, que será el adulto del mañana. Cual será nuestro porvenir, si no buscamos respuestas en la imaginación y la necesidad de ser libres de los niños y niñas. Cual será nuestro porvenir, si no buscamos respuestas en la imaginación y la necesidad de ser libres de los niños y niñas.
Para ello quiero acompañar esta reflexión con un Podcast muy interesante llamado el tema la ciudad de los niños y niñas tratado por un par de personas con mucha experiencia y necesidad de dar voz a la infancia en la construcción de la urbanidad, una pedagogía creadora y una demanda política de cambio en la participación social. Ellos son;
Francesco Tonucci, conocido también como “Frato” es un pensador, psicopedagogo, ilustrador e investigador de Italia, reconocido internacionalmente como un defensor del derecho al juego, la participación en espacios públicos, del diseño de ciudades para todos/as y de la necesidad de escuchar las ideas de las niñas/os sobre su autonomía y sus derechos como ciudadanos. Es el creador del proyecto La ciudad de los/as niños/as que actualmente se desarrolla en ciudades de 15 países del mundo.
Lorena Morachimo, educadora y pedagoga peruana, impulsora del Proyecto la ciudad de los/as niños/as , coordinadora de las Redes Latinoamericana y Española del Proyecto Ciudad de los/as Niños/as y presidenta de la Asociación de Promoción Social Francesco Tonucci