“Su canto daba paz a los menesterosos, sueño y sosiego a las fieras, calma a las sirenas, sus letras narraban hazanas que eran el deleite de quienes oían”. El mito de Orfeo.
A través del modelo de educación intercultural se propone una interesante manera de incentivar a las personas a vivir en una sociedad donde la diversidad se reconoce como una legítima riqueza sociocultural. La diversidad cultura es la que promueve de forma dinámica y abierta el vínculo entre las culturas desde un principio de equidad, y como condición necesaria busca establecer ese contacto tan importante para sostener un conocimiento integral y no parcial de los contenidos particulares de cada cultura.
Existen diversas formas de recoger, las singularidades de cada comunidad, teniendo en cuenta la importancia del pluralismo de cada lugar y grupo humano. En este sentido, cada sujeto como agente social o dinamizador sociocultural se proponen la construcción comunitaria o conjunta de una sociedad que a través de mecanismos participativos, aprovecha las diferencias generando riquezas y no factores de división. En esta línea el trabajo, la narración oral, las artes, la poesía, los mitos, la música y otros exponentes de la cultura han contribuido en muchos casos a establecer estas relaciones interétnicas y socioculturales armoniosas en tiempos donde reina la violencia, inercia, resignación y apatía.
En la edad antigua y media, dentro de un entorno de analfabetismo generalizado, ya existían agentes de cambio social e integración cultural, eran los trovadores, que muchas veces estaban instruidos o simplemente querían generar reflexión en las personas. Ellos recitaban, cantaban, bailaban, pero sobre todo buscaban que aquellas transcripciones que no llegaban a la población en general, puedan ser disfrutadas por todos/as, en especial a través de la lectura (siendo más exactos disfrutar “escuchar leer”). En estos tiempos quizás, el mensaje sea otro, “aprendan a escuchar” “aprender a participar y construir cultura”, buscando la autenticidad.