Imagínate que mientras te miras al espejo puedes observar bien, y mirar a esa persona que eras tú, en tus primeros años; quizás curioso/a por la vida, inocente, algo travieso/a pero en momentos también probablemente inseguro/a, temeroso/a o triste. Todo esto dependerá de tus vivencias junto a las personas que vivieron en tu entorno. En este momento, como un trabajo intenso interno de imaginación, puedes llegar a ver dónde están algunas de esas heridas emocionales y en que etapa de tu vida, se desarrollaron y se mantuvieron, por esa misma memoria procedimental que como un mecanismo de defensa, entierra esa herida. Hay que mencionar que parte de la función de esta memoria procedimental es decirte que; ”el pasado, pasado es y no se puede remediar”.
Que tal si te digo que esto no es del todo cierto, que puedes mirar esa personita que eras tú y acompañarla, comprenderle, reconocerle, y si es posible abrazarle, preguntándole que le sucede, que necesita para sentirse protegido/a, aceptado/a y querido/a.
Podemos decir; que la mayoría de personas, si no somos todas, tenemos secretos guardados. Uno de ellos y quizás el mas importante esta relacionado a nuestras heridas relacionales en la infancia. Esto puede vincularse a cualquier hecho que, desde nuestra comprensión y sensibilidad infantil, nos haya lastimado o haya creado un vacío o lo que diríamos una herida emocional. Los acontecimientos pueden ser diversos, desde el abandono o la pérdida de un ser querido, las faltas de consideración de respeto a la autoestima hasta el maltrato y el abuso. El dolor resultante vivirá en nosotros por el resto de nuestras vidas; y puede ser que lo revivamos repentinamente al encontrarnos con acontecimientos que nos motiven a transferirlos.
Muchos de estos acontecimientos son reprimidos por nuestras creencias irracionales o por nuestras memorias procedimentales que provienen de mandatos inconscientes transferidos transgeneracionalmente para no asumir el dolor que causa la herida. Sin embargo, estas pueden trascender, no solo de generación en generación sino también de modo bio-psico-social, a través de nuestro sistema límbico, que posiblemente sea el principal responsable de nuestra vida emocional y la formación de nuestras memorias.
Por tal motivo, que importante llega a ser reconocer esta herida, y como se dice por ahí “volver donde se perdió la inocencia”, que quiere decir esto. Nadie quiere abrir una herida mal curada, pero es necesario con el adecuado acompañamiento, retomar estas experiencias vividas para asumirlas con nuevas estrategias protectoras, pero principalmente que este acto de valentía, de lugar al reconocimiento del suceso y tratarlo con paciencia, respeto y cuidado junto a yo adulto protector que hay en cada uno.