Si nos remontamos a las movilizaciones más grandes de familias y poblados de una región a otra podemos hablar de las famosas diásporas, la primera involucró al pueblo Judío y ocurrió en el año 586 a. C, cuando el rey de los babilonios, Nacubonosor II conquistó el Reino de Judá, expulsándolos para luego después de casi 50 años permitirles el retorno. Esta situación se ha perpetuado por los tiempos, y los pueblos han buscado como mantenerse vinculados a sus familias y comunidades. Estas se han mantenido unidas en sus creencias, lenguas y cultura, con diferentes estrategias, como es el caso de los judíos, con sus tradiciones religiosas. Siglos más adelante, vemos que nuestros mapas de migraciones individuales y masivas son más recurrentes. El impacto de este fenómeno, es enorme, ene especial dentro del inmigrante y sus familias, lo cual genera resonancia en la vida y realidad social del país de origen como en el país de destino.
La estructura y la organización de los sistemas familiares, juegan un rol importante desde el comienzo de los tiempos en la vida humana, en especial desde que convivimos en sociedad. Sin embargo, dentro de esta construcción social, el modelo tradicional de la familia, también nos expone las tensiones invisibles, los conflictos y desigualdades de género que se viven dentro de ellas.
Independientemente la homogeneidad cultural o social, estos modelos tradicionales comienzan a ser cuestionados, por modelos alternativos que persiguen mantener las relaciones y vínculos entre los miembros de una familia. Esta posición, otorga una diferente concepción, de roles y posiciones parentales, consolidando las redes familiares, así como reconfigurando la cotidianidad familiar y generando nuevos pactos y alianzas. Este tipo de modelos familiares no son nuevos, siempre han existido, pero no es lo convencional, en especial en el mundo occidental. Hay que aclarar, que estos modelos alternativos, aun sigue teniendo rostro femenino, ya que se sigue manteniendo las funciones de proveer ingresos, de cuidado y atención entre los diferentes miembros femeninos de la familia o red de familias. El hombre en su mayoría, se le encuentra ubicado en el mejor de los casos, en su rol de proveedor de ingresos. Salvaguardando casos particulares, existen hombres que más allá de ser proveedores, también pueden y quieren ser parte de la red de cuidados.
Estos modelos alternativos trasados para muchas familias que migran, ya sean por necesidades económicas, políticas o sociales, dan paso a las familias transnacionales. Estos sistemas familiares, que se caracterizan prácticamente porque sus miembros viven una parte o la mayor parte del tiempo separados los unos de los otros, siendo capaces de crear y mantener vínculos que les permitan sentirse parte activa de una unidad familiar y perciban su bienestar desde una dimensión colectiva, a pesar de la distancia física vivenciada.
En la actualidad, las personas que tienen que salir de sus países, saben en su mayoría que hay que preparar una estructura fuerte de redes de familia y comunidad, que otorguen soporte a su aventura migratoria. Esta situación permite que las relaciones, comunicación y estructura familiar no se vea afectada. Es así que los miembros de la familia dispersados, buscan recursos para mantener los lazos emocionales y financieros, los cuales siguen en contacto por modernos medios de comunicación, remesas (envíos de dinero) y por ocasionales traslados físicos entre las sociedades de origen y de destino. Aún se sigue discutiendo, la función de los roles que cada uno de los miembros de la línea marento-parental deberían cumplir. Esto nos permite visibilizar las maneras en que hombres y mujeres construyen sus posiciones o lugares dentro de la familia, y los significados que le otorgan a dichas acciones desde su experiencia de vida familiar.