Las migraciones internacionales han experimentado cambios muy importantes en los últimos 25 años, tanto en su magnitud como en su dirección. Los flujos migratorios, están en constantes aumento frente a las dificultades locales de cada región del mundo; esto puede ser evidente y se puede visualizar en cualquier noticia, pero debido a la falta de datos comparables en estas regiones de salida, es difícil describir las tendencias mundiales sobre este flujo de personas. Los datos anuales comparables sobre estos las cifras se limitan, en gran medida, a la información otorgada por los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo (OCDE). Mencionando esto, se percibe que podríamos tener en el mundo por encima de 271,6 millones de personas en busca de una vida nueva lejos de donde nacieron.
La gran mayoría de inmigrantes, de un modo u otro, logran quedarse en el lugar de destino. Sin embargo, las condiciones de migración son bastantes diferentes según la entrada, el motivo y perspectivas que se tengan en el nuevo país que acoge. La integración no es un proceso sencillo, todo dependerá de las condiciones adecuadas propias de persona y las condiciones del entorno.
Las personas inmigrantes y sus familias, también vivencian constantes ciclos de adaptación, que conllevan retos, límites y objetivos. En la esperanza de todo/a inmigrante, se encuentra el anhelo de encontrar factores que permitan una integración consciente, consentida y valorada como un proceso de desarrollo en diferentes niveles (económico, social, cultural, educativo, etc), esto hace que estos ciclos conduzcan a un proceso de integración cultural. Pero si estos mismos factores no le favorecen a una evolución personal o familiar, ya sea por las condiciones políticas migratorias inadecuadas o faltas de perspectivas personales, la estancia podría convertirse en la pesadilla.
En el caso del colectivo hispanohablante, podemos encontrar una amplia comunidad, que se han instalado y habita en diversos países por todo el planeta, siendo una de las comunidades de presencia e importancia a nivel político, social y económico, por su compromiso y participación en estos países de acogida. En este sentido, sería ideal poder sentirse identificado con esta mención. Sin embargo, aún no todos/as pueden verse identificados en esta imagen propia dentro su colectivo. Es posible, que se deba al propio ritmo en el proceso de trasculturización, en el que cada individuo sociocultural se mantiene. Un camino donde puede aceptar o no los rasgos de la otra cultura, o puede integrar estos aspectos culturales a su propia cultura o incluso llegar a una total aculturización dejando todo razgo cultural propio. En esta medida, esta elección establecerá una brecha entre los que adoptaron todos los cambios del proceso de integración y adaptación, y aquellos que nunca salieron de sus países de origen en su propia cosmovisión de la vida, y desarrollaron de esta forma una ansiedad aculturativa.