Son las 18 horas en Madrid, y en una de la diversas pintorescas y concurridas plazas, se perciben algunas familias locales y foráneas que disfrutan de la tarde dominguera, encontrando momentos inolvidables que quedaran en el recuerdo. Pero las memorias tienen dos caras, y estos momentos, no para todos representan esa idílica imagen. Para otros puede representar tanto riesgos como oportunidades, en el ejercicio de sostener económicamente a sus familias, siendo este el único sustento para mantener una familia en condición migratoria ilegal y de pocos recursos económicos.
Entre tanto, los juegos, los souvenirs y las golosinas, giran en torno al tiempo libre junto a los/as niños/as de estas familias, inocentes parecen no percibir la incertidumbre de sus progenitores. Sin embargo, esto no es así, ya que ellos están muy alertas, no sólo del cuerpo policial, sino también lo que ellos llaman “la policía social”. Aquellos que se les identifican como las personas que tiene la tarea de separar a los/las niños/as de sus progenitores, por asumirles negligentes e responsables según el régimen de medidas adoptadas por estos agentes sociales, agregando en algunas ocasiones extremas, el cargo de explotación infantil. Esto podría abrir una brecha enorme entre dos visiones o más del mundo, un abismo sobre el poco entendimiento del otro, así como del origen y la pertenencia socio cultural.
Según la UNICEF el 2000, determina que el fenómeno de parentalización, se asume como un tipo de negligencia emocional. Sin embargo, cabe recordar que hace no mucho era una costumbre muy recurrente en la estructura familiar. Era costumbre observar tanto en la urbe como en algunas zonas rurales, familias con muchos integrantes o en familias monoparentales (donde hay un solo progenitor), donde los hijos cumplían o cumplen aún funciones instrumentales del progenitor ausente. Esto nos hace entonces pensar, que la enunciada parentalización puede entenderse aplicada de dos formas, una como instrumentalización emocional y otra como un rol en las funciones instrumentales. ¿Es la parentalización mal interpretada?

En 1967 el psicoterapeuta de familia sistémico, Minuchin nos menciona por primera vez el termino parentalización, y esta definición nos describía la renuncia de los progenitores a sus funciones parento-marentales, delegándolas a sus hijos o abandonando totalmente a su familia de forma psicoafectiva y/o físicamente. Observando esta referencia, tenemos dos puntos a tener en cuenta dentro de la parentalización, el primero de ellos corresponde a una inversión de funciones psicoafectivas entre progenitores e hijos/as y, en segundo lugar, situaciones adicionales que se producen en el progenitor que es abandonado por la pareja, como las necesidades afectivas no resueltas, posteriormente requeridas a los/as hijos/as.
Por otro lado, encontramos aquella parentalización que es más instrumental, donde se visualiza más la función hijos/as como responsables de las tareas de la casa, como realizar las compras, administración del hogar o de pequeños negocios, y otros quehaceres. En este sentido, es probable que, en muchos contextos culturales, esta conducta fomenta una sensación de logro y competencia, siempre y cuando los progenitores refuerzan las mismas.
Esto nos puede hacer reflexionar, acerca de la diferenciación y el uso de esta definición entendido y vivenciado de diferente forma, según la cultura y la idiosincrasia. Es por lo tanto muy importante, hacer un ejercicio de reconocimiento del otro y desde donde procede su actuar, desde una necesidad instrumental o desde las carencias emocionales.
Para tratar este tema, he invitado a la psicóloga Maria Adriazen Bonnefon especializada en interculturalidad y agente del servicio judicial de familia e infancia en la ciudad de Agen, Francia.